El alma de Trashumante es el canto.
El canto que dormía a l@s niñ@s en sus cunas. El canto de ronda al pié de las ventanas. El canto de faenas y trabajos. El canto a la vida y a las cosechas. Ese canto que fue testimonio de gozos y fatigas, de lo que fuimos, de lo que somos.
Rabeles, cantaros, flautas y panderos, ecos de un mundo que desaparece.
Ritmos trashumantes arcaicos, paganos y salvajes.
Un homenaje a l@s indígenas de Iberia y un canto a la diversidad de nuestras raíces.